La Casona, su historia

Por la entrada norte de Camposolillo a mano derecha se encontraba situada una casa caracterizada por tener cierto aspecto señorial.
Fue construida por Baldomero García de la Vega, nacido en Camposolillo en 1880 y primogénito de los 13 hijos de Tomás y Ceferina.
Al regresar de su afortunada etapa como emigrante en Cuba (fue Vocal de la Junta Directiva de la Colonia Leonesa de Cuba en 1928, y propietario de ‘El Triángulo Rojo’ en la calle Villegas de La Habana Vieja), construyó ésta elegante casa, conocida en la zona como «La Casona».
Construida con gran lujo, tenía algunas incongruencias en su concepción, pues se trataba de un proyecto típico de mansión de país cálido implantado en un paraje continental y muy frío, lo que implicaba algunos problemas importantes: por ejemplo, carecía de calefacción.
Aunque se desconoce su fecha de construcción exacta, el rellano de la escalera de la entrada mencionaba el año 1927.
La casa tenía unas medidas aproximadas de 16 m. de anchura de fachada por 20 de longitud o fondo.
Constaba de:
Planta semisótano, a la que se accedía bajando tres peldaños justo debajo de la fachada principal (orientada al Este, es decir, a la carretera).
Planta baja (dos metros por encima del nivel de la finca), a la que se accedía por una doble escalera a izquierda y derecha que culminaba en una meseta justo en la puerta de entrada y sobre la puerta del semisótano.
Esta escalera, construida en piedra del lugar y de una veintena de peldaños por cada lado estaba protegida (por el lado opuesto a la fachada) por una balaustrada de hierro forjado y rematada por grandes bolas de latón dorado de acuerdo al gusto de la época.
La puerta de acceso era de dos hojas y daba el acceso a un enorme pasillo de 2,5 metros de ancho y 20 de profundidad con suelo revestido de baldosas de época con dibujos geométricos en blanco y negro.


A la derecha del pasillo se encontraban las siguientes piezas por el orden que vamos avanzando:
- Un gran salón dormitorio con tres ventanales y siguiendo el perímetro de la fachada y la torre norte (una ventana sobre la fachada E, otras 2 en diagonal NO y una tercera en la fachada N). El piso era de tarima de roble encerada.
- Un dormitorio con ventanal a la fachada N y piso de tarima de roble encerada.
- Un dormitorio gemelo del anterior.
- Una despensa de igual tamaño de los dos dormitorios anteriores y piso en piedra.
- Un cuarto de baño de iguales dimensiones a las piezas anteriores, con piso de baldosa y alicatado hasta 1,5 metros. Constaba de bañera, inodoro y lavabo.
A la izquierda del pasillo se encontraban las siguientes piezas, cuyas puertas coincidían con la ubicación de las puertas de cada habitación de la derecha:
- Un gran salón comedor gemelo del situado enfrente.
- Una cocina de carbón.
- Un espacio vacío frente al “dormitorio gemelo” de enfrente, que daba cabida a una segunda puerta de acceso y al arranque de la escalera que conducía a la planta alta. En el hueco de la escalera había una carbonera.
- Un dormitorio situado enfrente de la despensa.
- Un dormitorio adicional situado frente al cuarto de baño.
Desde la cocina hasta el final, las habitaciones eran un metro más estrechas que las de enfrente, debido a la existencia de un porche de esa anchura a lo largo de la fachada sur.
Este porche estaba protegido por una balaustrada similar a la de la escalera de acceso.
Al fondo del pasillo existía una puerta –que siempre estaba cerrada para evitar corrientes–, por la que se accedía a la parte trasera de la finca.
La planta superior era completamente igual que la inferior con la única diferencia de que no tenía porche (como es lógico) pero albergaba una galería volada que servía de techo a aquel y que estaba construida en madera.
La escalera de acceso a la planta superior era de dos tramos en sentido opuesto con balaustrada de gran lujo. Sobre la planta superior había un desván aprovechando la inclinación del tejado que era de pizarra.
Durante la Guerra Civil, La Casona sirvió de hospital y puesto de vigilancia (el frente estuvo en Lillo desde Julio de 1936 hasta Octubre de 1937).
La despensa era utilizada como morgue que albergó algún cadáver (no muchos) de soldados nacionales y moros. Estos últimos eran enterrados al lado de la tapia del cementerio como era costumbre con los fallecidos no cristianos o con los suicidas.
Baldomero falleció relativamente joven, y al no tener hijos, fueron sus hermanos/as quieren la heredaron y habitaron. La última inquilina fue su hermana Adelina, (nacida en 1898), quien todavía vivía en ella cuando se produjo la expropiación por el embalse en 1969.
La Casona era hospedaje habitual de muchos veraneantes, y sus soportales servían para el baile de celebración de las fiestas de Santo Tomás, el 21 de diciembre de cada año.


La casa tenía agua corriente procedente de tres fuentes:
- El depósito regulador del molino de viento.
- La Presa, para el grifo de la cocina en la planta baja.
- Un manantial situado en la ladera de la montaña.
La finca sobre la que se implantaba la casa mide más o menos de 40 metros de fachada a la carretera y 50 metros de fondo (desde la carretera al pie mismo de la montaña) y tenía instalado riego a través de un sistema de tuberías enterradas a unos 25 centímetros de profundidad y una docena de bocas de riego por donde corría el agua impulsada por el bombeo del molino de viento (si lo hacía), o por diferencia de altura desde el depósito regulador (una verdadera piscina de 8 x 4 y 1,5 metros de profundidad), situada al lado de la montaña. El recinto estaba rodeado por una verja de hierro forjado en su fachada principal y por un muro de piedra caliza el resto, excepto la linde sur que hacía frontera con una finca sembrada de alfalfa.
Al lado del depósito regulador se encontraba un gallinero cerrado con alambrada en el que había pollos, gallinas y conejos. En algún invierno el zorro llegó a hacer estragos.
La finca estaba poblada por unos 50 árboles frutales principalmente manzanos, perales, ciruelos, un cerezo y un hermoso tilo que esparcía su aroma y su sombra. ¡Dormir la siesta debajo del tilo era un placer de dioses!
Al sur limitaba con una finca sembrada de alfalfa que la separaba de la era de Martín y que pertenecía igualmente al propietario de La Casona. Todos los ventanales de la casa eran de carpintería de madera (muy buena madera dada la escasez de pino de Camposolillo), con contraventanas al interior.
En invierno, para protegerse de las nevadas se colocaban unas grandes mamparas también de madera que permanecían instaladas desde Octubre a Abril.
Durante muchos años permanecieron en pie las ruinas de la casa. La finca, al ser plana y estar bien situada, era sitio habitual de acampada.


El que fuera edificio más característico del Alto Porma fue derribado sin contemplaciones y sus materiales usados para otras construcciones de pueblos cercanos. Destino similar al de las piedras de otras casas, objeto de rapiña de los canteros de la comarca.
Esta foto fue tomada por Eloy Míguez en los días anteriores a su demolición (1995)